Cómo hablar a tu recién nacido

Mar 6, 2023

Padres e hijos hay miles, y cada persona es única. Para la gente normal, aquí presento las tres fases – bien definidas – que existen en la comunicación con tu hijo.

En primer lugar, un padre comienza a comunicarse con su hijo, como si éste fuera una persona adulta. El padre en cuestión, no ha tenido un perro nunca, ni ha cuidado plantas. Su conversación, cuando está solo, se centra principalmente en conversar con una versión desmejorada de sí mismo, o con su mujer, en una situación idealizada en la que no sólo sabe de lo que habla, si no que además tiene razón. Hablamos pues de comentarios normales e interjecciones que acaso dan la sensación de que la criatura de a penas semanas es capaz de entender. “Menuda mierda, rey. A ver cómo te limpio ahora el escroto”, sería un buen ejemplo de una conversación cualquiera.

Pasada esta fase, el niño crece a buen ritmo, gana en peso y habilidad, amplia movimientos y la variedad de notas en que puede llorar. Pero a pesar de todo este progreso, mantiene firme el rictus – no parece atender las interjecciones del padre. Un buen día le hace dos carantoñas con voz de pito, y de repente, una sonrisa. En ese instante, se apaga el mundo y se enciende la vida. Ahora ese padre, poco a poco empezará a hablarle a su hijo como si fuera deficiente mental, agudizando el tono de voz, y gesticulando en demasía.

Pasada la emoción, de infante más que del progenitor, al niño deja de llamarle la atención la voz de pito de su padre. Es normal, ya le han hecho todas las bromas del repertorio, esto se empieza a repetir. Esto da paso a la tercera y última fase: en un desesperado intento por seguir sonsacándole a su hijo una carcajada por la mañana, abusa papá del pito y de la broma. Ahora papá ya es adicto a las sonrisas del niño, y es cuando empieza a hablar como si él mismo fuese subnormal.

El día empieza cuando su hijo sonríe y se acaba si no lo hace. En cierta forma, ha perdido en alma y ganado en vida.

En resumidas cuentas, comienzas hablando con tu hijo como si dos adultos conversasen, para pasar de repente a hablarle a un niño, entonces, ajustas tu tono, tu voz, tu esencia, hasta que la conversación acaba siendo una entre dos niños.